Analizar la autonomía y el cogobierno docente-estudiantil de la universidad pública, a la sombra del conflicto de San Simón y Juan Misael Saracho, se hace una necesidad de rigor para repensar el rol político de la educación superior.
La crisis en la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) —ocasionada por una resolución del Consejo Universitario que pretendió la titularización automática de docentes sin que éstos demuestren sus méritos académicos mediante un examen de competencia— pone sobre la mesa el debate sobre si la Universidad Pública Nacional, la autonomía universitaria y el cogobierno docente-estudiantil están hoy en una situación de deriva.
Los principios de una universidad nacional que acompañó las luchas sociales de Bolivia comenzaron a establecerse con el reconocimiento de la autonomía universitaria en el gobierno de Carlos Blanco Galindo, en 1930; luego siguieron la autonomía respecto del Estado en 1952 y la Revolución Universitaria en 1970, dando la última inicio al cogobierno docente-estudiantil. Sin embargo, todo esto, que puede ser útil para la producción de conocimiento académico, ha ido distorsionándose hasta llegar a muestras contundentes de degradación de dichos principios de la universidad pública nacional. Éste es el caso cuando se ve la pretensión de las autoridades de la UMSS de titularizar a docentes sin ningún examen de competencia, dado solo su antigüedad. Es el caso, en fin, que llama a hacer una reflexión necesaria sobre la universidad pública, la autonomía y el cogobierno.
El académico Guillermo Mariaca asume que hay una crisis en las universidades: “La universidad pública de hoy no es la de ayer. La de ayer: la del 30 y la autonomía institucional, la del 52 y la autonomía ante el Estado, la del 70 y el cogobierno docente-estudiantil, la del 82 y la vinculación con las necesidades sociales, era, finalmente, una sola. Era una universidad pública y nacional cuando ambas necesidades convergían en la democracia. Esto explica, entonces, aquello de que la universidad era la reserva democrática. Esto explica, también, que la universidad hoy no es la de ayer, porque ninguna de esas responsabilidades la caracterizan institucionalmente”. Para concluir su descripción afirma que la universidad pública hoy vive en una suerte de “ensimismamiento”, de “autismo” (en relación a la distorsión del principio de la autonomía que hace que la Universidad no pueda ver más allá de sí misma).
COGOBIERNO. Desde un enfoque del todo distinto, Alfonso Velarde —militante del Partido Obrero Revolucionario (POR) y actor principal en la Revolución Universitaria de 1970— ve también una crisis. “La universidad atraviesa uno de sus momentos más vergonzosos, estrangulada por la acción perversa de grupos de poder (camarillas) conservadores que la arrastran a la debacle. Los estudiantes han sido totalmente desplazados del gobierno de la universidad. El cogobierno ya no es ejercido por los estudiantes como fuerza colectiva; las direcciones estudiantiles actúan de espaldas a las bases, no rinden cuentas de sus actos, hacen lo que bien les parece en función de minúsculos y mezquinos intereses”.
El panorama, desde ambos puntos de vista, es preocupante y las voces que hablan de repensar la autonomía universitaria son más. En programas de opinión, uno y otro analista proponen el replanteamiento: “intervención del Estado”, “todos afuera”, “sacar al trotskismo”, “expulsar al masismo”, “auditoría externa”, etcétera.
Por su parte, el rector de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Waldo Albarracín, señala que “la autonomía es perfecta”, pero que las imperfecciones están en la práctica de “algunas autoridades para favorecerse o sacar ventaja política y la distorsionan en función de su beneficio. El caso de Cochabamba es claro, porque está en puertas una elección de rector y hay potenciales candidatos que querían aprovechar la coyuntura”.
A pesar de las divergencias ideológicas de estos tres académicos que han vinculado íntimamente sus carreras a la universidad pública, algo une sus propuestas de solución: la palabra “recuperación”. Si Mariaca habla de recuperar el origen del cogobierno, Velarde lo hace de recuperar la autonomía al servicio de los intereses de la sociedad y Albarracín, de recuperar una práctica de la autonomía.
Distorsión. El rector de la UMSA señala que lo que “no debe ocurrir es un criterio distorsionado de la autonomía desde adentro”. “Existen algunos miembros de la comunidad universitaria que creen que la autonomía universitaria significa que su universidad es una republiqueta y que pueden hacer lo que quieran. Hay que evitar eso”, apunta.
En el conflicto de San Simón, los docentes “a través de su federación y del rector” han querido argumentar la titularización sin examen “sosteniéndose sobre su carácter autónomo” frente a las otras universidades. “Pero hay normas que son del sistema de universidades que son de cumplimiento obligatorio de todas ellas. San Simón ahí se equivocó a nombre de que son autónomos. Se les hizo notar su error”, remata el actual rector de la UMSA.
A todo esto, ¿cómo salir de la crisis o, si se quiere, cómo evitar que los conflictos se generalicen en una crisis de la universidad nacional? Mariaca dice que hay que retornar a los orígenes del cogobierno. Entonces explica las “dos raíces posibles” del cogobierno, hablando teórica y no históricamente: una raíz es pedagógica y se sustenta en que la respuesta y la pregunta son epistemológicamente equivalentes, es decir que docente y estudiantes aprenden en la clase, los dos preguntan y los dos responden, los dos construyen conocimiento.
La segunda raíz la entiende de manera ética-política. La universidad, además de formar profesionales, produce conocimiento nuevo de manera “colectiva”, por lo que no “hay un sentido de autoridad”. Lo fundamental del cogobierno es que la producción de conocimiento nuevo no se somete a la autoridad (ni al autor ni a la autoridad académica). Es algo conjunto, colectivo.
Esta segunda raíz tiene que ver con que la universidad es un “lugar natural de resistencia al poder”. “En países presidencialistas como el nuestro no existen sino dos instituciones de resistencia al poder: los medios de comunicación y la universidad. Entonces, la tarea de la universidad, con el cogobierno ético-político, debe resistir al poder a través de observatorios”.
Por tanto, las raíces del cogobierno, pedagógica y ética-políticamente, son las que deben ser recuperadas. “Sin embargo, todo esto es teoría y cuando la teoría se institucionaliza puede degradarse y eso es lo que ha pasado con el cogobierno en la universidad”.
Sus potencialidades se han “contaminado de poder”. El cogobierno “debería” haberse quedado en el ámbito pedagógico y ético, “pero no un cogobierno institucional, porque éste contradice sus dos raíces y se contamina de poder; las luchas de la universidad se vuelven luchas por un lugar en la toma de decisiones, ejercicio de cargos, el presupuesto, etcétera. El cogobierno deja de estar sustentado ética y epistemológicamente para ser una sencilla manera de distribuir el poder. Por eso el cogobierno es una lacra en la universidad, sin embargo lo que habría que hacer es devolverlo a sus raíces”.
DEMOCRACIA. Para ello hay una solución: la desaparición de esa lógica que hace que hoy la elección de autoridades universitarias “se dé por voto y prebendas”. La lógica democrática electoral debe ser sustituida por una “democrática meritocrática”. Los dos estamentos (docentes y estudiantes) serían elegidos para un gobierno universitario en función de méritos académicos y “no de ofertas prebendales.”
Quienes elegirían a estas autoridades, por mérito y con la fórmula del cogobierno, no serían los estudiantes y docentes, sino el Consejo Universitario de la Nueva Autonomía, formado con cuatro componentes: estudiantes y docentes (cuyos votos sumados valdrían 60%) y sociedad y Estado (cuyos votos completarían el 40% restante).
Alfonso Velarde también habla de “recuperar”, sin embargo en otra orientación. Este académico asegura que hay que “recuperar la autonomía”. Para argumentar su idea, explica que la autonomía universitaria ha tenido en la historia diferentes ciclos: unas veces estuvo en favor de intereses nacionales de la sociedad y otras en contra, orientada hacia intereses particulares (“como ocurre ahora”).
“Hay momentos en que la universidad está dominada por grupos de poder, como antes de la Revolución Nacional de 1970, que se tenía una universidad contraria a las reivindicaciones de la sociedad”, explica Velarde. Así, está el ejemplo de la universidad al lado de Barrientos para golpear a Paz Estenssoro (1964).
En otros momentos se tiene una universidad al lado de la sociedad, como después de la Revolución Universitaria o como cuando se luchó contra las dictaduras militares. “La autonomía tiene valor solo cuando expresa los intereses generales de la sociedad. No hay que repensar la autonomía, lo que hay que hacer es darle el contenido que tenía a través de los estudiantes”. La propuesta de Albarracín, en cambio, se centra en mecanismos que eviten las malas prácticas a nombre de la autonomía.
“Para evitar su uso distorsionado, creo que tiene que hacerse una vigilancia más rigurosa. Las instancias nacionales tienen que adoptar una acción más proactiva. Por ejemplo, los órganos de decisión como el Congreso de Universidades y en la Conferencia de Universidades pueden adoptar normas drásticas punitivas para aquellas personas o universidades que violen o distorsionen la autonomía y la normativa interna”. Albarracín pide sanciones concretas en casos de distorsión de la autonomía o de no aplicación de la norma. “En el caso que hubo (UMSS) se debió tomar una acción más coercitiva, aunque lo que se hizo fue más de persuasión”.
Una universidad nacional que sea protagonista política del país, como ha sido su tradición, es una universidad deseable, pero ésta no es posible si se hace un uso distorsionado de la autonomía, menos si se la utiliza para pretensiones que menoscaban la calidad académica, como se pretendió desde las autoridades de la UMSS con la titularización automática de docentes sin un examen de méritos. Las reflexiones anteriores quedan para que pueda existir la mejor universidad pública posible.
Hay que hacer una vigilancia rigurosa: Waldo Albarracín, rector de la UMSA
Existen algunos miembros de la comunidad universitaria que creen que la autonomía significa que su universidad es una republiqueta y que pueden hacer lo que les da la gana. Hay que evitar eso. Para evitar el uso distorsionado de la autonomía universitaria, se debe hacer una vigilancia más rigurosa. Las instancias nacionales tienen que adoptar una acción más proactiva.
Trabajar por devolverle el sentido social: Guillermo Mariaca, exdecano de Humanidades
El laberinto universitario alcanzó las características del autismo; como define un diccionario cualquiera, el repliegue patológico de la institución sobre sí misma. Eso se nota en procesos electorales. Cuando las candidaturas presentan programas repitiendo 30 años de lo mismo. Por eso, hoy trabajar para devolver el sentido social a la escuela y a la universidad es de importancia estratégica.
En la universidad campean las camarillas: Alfonso Velarde, militante del POR y exdocente de Física
La universidad pública ha sido convertida hoy en una institución decadente, ajena a la lacerante realidad económica y social del país, indiferente ante la lucha del pueblo; es una universidad abúlica en cuyo interior campean esas camarillas en competencia por aprovecharse de la universidad, para satisfacer sus menguados y miserables intereses.