lunes, 12 de septiembre de 2016
Los políticos y su miedo de perder el poder.
¿A qué le tiene miedo los políticos? A no poseer el poder. No pueden vivir sin el poder, es lo que los protege de todos.
Pero, de todas formas, es un misterio muy grande que todos se llevan a la tumba. Algunos aducen que es soledad, la soledad del poder, la llaman, pero es algo más enigmático.
Deben tenerles miedo a las masas, a la gente, a las clases sociales, al gentío frente a ellos.
El peor miedo de todos debe ser el temor a perder el poder. Por eso, Nelson Mandela es un ejemplo que muy pocos imitan. Dejó el poder cuando más simpatía tenía entre los suyos. Quizás, el líder sudafricano vivía otra inquietud mayor: el temor a quedarse con el poder para siempre.
Ese miedo a perder la gobernabilidad se llega a convertir en obsesión. Por eso es cada vez más tendencia reelegirse. Se vuelven desgraciados si no firman casi a diario un decreto presidencial y se paran en un balcón e echar discursos.
Al parecer, existe una gran relación entre el poder, o mejor dicho, la obsesión de poder, y el miedo. Son pareja.
Los líderes políticos son seres humanos, solo que mejor preparados para dirigir (supuestamente) que el resto de la población.
Pero siguen siendo personas que han vivido los mismos hechos, nacidos en una familia, estudiado en los colegios, aprendido de la política lo que hayan aprendido (a veces no han aprendido mucho).
También supuestamente, deben tener más talento, para gobernar y seducir, mayor capacidad de mando, visión a largo plazo, habilidad para manejar conceptos, poseer mucho valor, disponer de gran locuacidad. Y lo más importante (que no siempre se consigue) estar poseído de una gran responsabilidad social por todos los otros (en realidad lo que más ocurre es que tienen una gran responsabilidad por la clase, la familia o el sector que representan).
Pero lo que decide no son todas esas cosas sino el carisma, la energía conectiva, la simpatía, la creencia en sí mismo. Por eso son elegidos. El mundo de las apariencias y el efecto emocional.
Desgraciadamente estos factores zanjan las elecciones y también, a un alto costo, marcan la historia posterior.